Doña Berta, última y anciana miembro de la estirpe de los Rondaliegos, recibe la inesperada visita de un pintor que no sólo le devuelve la evocación de dulces y terribles recuerdos de juventud, sino la posibilidad de reparar una lejanísima culpa. Un delirio quijotesco de extraordinaria fuerza dramática y belleza literaria.